Los berrinches infantiles han desconcertado y desafiado a padres y cuidadores a lo largo de las generaciones. Desde tiempos antiguos, cuando un niño expresaba su descontento de manera exagerada, a menudo a través de gritos y patadas, este comportamiento podía marcar la diferencia entre recibir atención y cuidado o ser ignorado. Este impulso básico de necesitar atención ha persistido a lo largo de los años en los niños pequeños.